No me importa reconocer, a riesgo de parecer pedante o inmodesto, que siempre he sentido en mi interior esta alma de artista. De pequeño ya tenía esta sensación. No, no era una sensación. Era una certidumbre. Desde muy joven fui experimentando las diferentes ramas del arte, llamando humildemente a las puertas de las diferentes musas. Sin embargo, tuve que buscar una salida profesional estable mientras me labraba mi definitiva carrera vocacional. Así que me hice funcionario.
Al tiempo, descubrí que era la fotografía la disciplina artística con la que me siento más a gusto, la que me permite plasmar mejor mi perspectiva del mundo. Juego con la luz, con los objetos que fotografío. Capto la expresión, el alma de las personas con mi cámara. En definitiva, interactúo con la realidad.
Iba pasando el tiempo, y mi carrera artística, por así denominarla, no avanzaba. Por alguna razón, no conseguía que mis fotografías llegasen al público. Llegué a exponer en un par de salas, pero la crítica no lo valoró como yo esperaba y en cuanto al público permaneció prácticamente indiferente a mis paisajes y mis inocentes escenas tomadas de la vida cotidiana.
Era evidente que necesitaba un impulso, algo que diera un giro a mi obra. Y un día, mientras realizaba mi trabajo, como una revelación, supe lo que debía hacer. Si el público no sabía apreciar mi obra, tendría que hacer descender ésta a cada persona en particular. Pedí un traslado en la administración que me permitiera experimentar con esta nueva idea. Realicé mis primeras pruebas, y al fin, di a luz lo que después he denominado metafotografía.
Respeto a esas críticas que recibo, que puedo decir de ellas?
Algunos opinan que lo que hago no es arte. No creo que se hayan parado siquiera a reflexionar sobre ello. Pues, ¿qué es el arte sino emocionar a los que contemplan la obra?. Impresionar, hacer reflexionar, incluso conseguir que reaccionen. Que se remuevan sus tripas incluso, si es posible. Y puedo garantizar que mis fotografías no dejan indiferente a casi ninguno de las personas que se ven retratadas en ellas. Incluso he recibido quejas de los protagonistas de mi arte. Y esto lo considero la confirmación de mi triunfo. Porque la metafotografía es justamente esto: una técnica que me permite captar el cambio que produce en una persona el hecho de estar siendo fotografiado. La fotografía como desencadenante de reacciones no tras ver la toma, sino por el mismo hecho de realizarla en un momento muy determinado. Resumiendo, defino la metafotografía como la fotografía que se observa a si misma en cuanto modificadora de la realidad cotidiana.
Aplicando esta técnica, o este arte, conseguí dotar de una plasticidad, de una calidad artística a mi trabajo como funcionario, de la que carecía totalmente. Y también he logrado realizar el sueño de cualquier artista, lo reconozca o no: dar a conocer su obra a la sociedad, al mayor número posible de personas. He trabajado, trabajo día a día para ello. Y puedo decir orgulloso que miles de personas han contemplado mis fotografías. Y todos, prácticamente todos, se han emocionado con ellas.
Esto es enriquecedor. Pero es en el mismo momento de realizarlas cuando alcanzo el clímax artístico, en el instante en que mi CANON capta la expresión del protagonista de la escena al verme con la cámara en las manos.
Yo voy a continuar con mi tarea durante los próximos años, eso es indudable. Es un proyecto a largo plazo. Y me veo apoyado por la administración, lo cual es de agradecer pues pocas veces ésta apoya un trabajo creativo como el mío. Durante el día efectúo numerosas fotografías , pero sólo en unas pocas logro la imagen buscada. No hay que olvidar que dadas las características de mi técnica, sólo dispongo de una o –a lo sumo- dos oportunidades para captar como deseo la emoción del momento. Pero el esfuerzo vale la pena. Como ya he dicho anteriormente, el público se emociona con mi obra. Llego hasta ellos.
Las críticas negativas... no me afectan, aunque creo que en realidad son positivas en cuanto promueven un debate sobre el arte y las diferentes percepciones del mismo.
La creación
En plena calle, su lugar habitual de trabajo e inspiración, el fotógrafo cambia de posición varias veces buscando un encuadre que le parezca satisfactorio. La luz mortecina de la farola no parece ayudarle demasiado. Finalmente, sonriendo para sí, prepara su equipo para el disparo. Ajusta el diafragma y el tiempo de exposición de acuerdo a las condiciones de luz. Por supuesto, a veces realiza su trabajo dejando estos ajustes al programa automático de su cámara. Pero cuando siente que de una situación puede surgir algo especial, prefiere ajustarla personalmente. Es la forma de asegurarse de que se va a aprovechar al máximo la única toma que puede hacer. Perfecto, se dice. Ese hombre que llega corriendo casi jadeando, con expresión entre preocupada y enojada, sin duda entra en el encuadre. Esperaré que se acerque un segundo más un instante ahora ... ahora ¡clic!
Observa en el visor digital de su cámara la fotografía recién efectuada. Se siente satisfecho. El encuadre ha resultado perfecto. El propietario del vehículo mirando irritado la escena, precipitándose hacia la misma. Y en primer plano, las líneas del suelo, con las marcas en amarillo; la matrícula; la parte trasera del vehículo ya enganchada con la barra de arrastre de la grúa...
Sólo resta el formulismo de rellenar en su libreta de denuncias la correspondiente por estacionamiento indebido, consignando el nº de fotografía y su código identificativo de agente de la Guardia Urbana. Algo sin ninguna importancia para su creatividad artística, pero totalmente necesaria e inherente a su trabajo diario.
A continuación, sonríe mientras indica al ciudadano que si lo desea recibirá por correo la denuncia con la fotografía que acaba de realizar. Sigue sonriendo mientras observa la expresión, el mohín del ciudadano. Y piensa en la incomprensión y falta de sensibilidad pues... ¿qué artista envía personalizada su obra al domicilio del público interesado?.